Conduciendo por una de las calles más transitadas de la capital, de pronto tuve un suspiro y miré a mí alrededor. Sentí el clima en mi piel y pensé que era un día soleado y fresco; muy placentero. Veía los autos pasar, los comerciales, las casas, los árboles y peatones y sentí un especial cariño por lo que mis ojos veían. Había estado seis meses viviendo en un pequeño pueblo, de unos ocho mil habitantes, donde de alguna manera me había aislado de los recuerdos de la ciudad.
Un día antes de regresar, me preguntaba si me iba a gustar estar de vuelta, si me sentiría con estrés entre tanto ruido de vehículos y bocinas con música en las afueras de las tiendas. ¡Que sorpresa! No fue duro regresar, fue más como la sensación de estar de visita en un país extranjero, con la expectativa de todo lo nuevo por conocer.
Por fin llegué al lugar de mi destino. Me bajé del vehículo, respiré y continué sintiendo esa alegría en mi corazón.
Caminé un par de pasos, pasaron junto a mi algunas personas .Fui a un lugar donde tenía que realizar un trámite. Me atendieron rápido, agradecí la muy buena atención que me brindaron y retorné al vehículo. Mientras caminaba nuevamente me topaba con personas.
Fue entonces cuando me di cuenta que desde que bajé de mi vehículo, esas personas reaccionaban ante mi presencia de una manera inesperada.
Abrí la puerta y me senté, y pensé que yo parecía un personaje de un cuento de ciencia ficción, donde una extraña persona camina por las calles, una persona distinta a las otras, camina con facciones misteriosas en su rostro. Los personas que pasaban junto a mi evitaban mi mirada directa. Pareciera que mis ojos les atraviesan y descubren lo que son; como si yo pudiese leer su interior. ¿Temen ser descubiertos y expuestos? Algunos murmuraban cuando se alejaban de mí o me lanzaban miradas que me escudriñaban, sin pronunciar sus labios ningún sonido.
Mis palabras ante ellos parecen un idioma extranjero, o murmullos irreconocibles. ¿Qué sucede a esta mujer?.. ¿Qué trata de decirme?… ¿Quiere pedirme algo?... ¿Será que no es de aquí?
Sentí un golpe en mi pecho, pareciera que mi alegría estaba echa de cristal y de pronto se rajó!
Aquellas expresiones extrañas de mi rostro y aquellas palabras que parecían aterrorizar a las personas eran mi simple sonrisa y un Buenos Días.
Me pregunté cómo es que los seres humanos hemos decidido considerarnos entes tan temerosos que el simple hecho de que alguien que no conozcamos nos salude con cordialidad y nos sonría, resulta un ataque a nuestro “espacio vital”. ¡¡Que tristeza!!
Buenos días: Palabras raras cuando provienen de boca de extraños por las calles.
Sonrisa: expresión de una persona que “seguramente va recordando algo para si misma”, o “está loca”.
Donde yo vivo ahora, uno saluda todo el tiempo. Los ancianos, los jóvenes y hasta los niños, te dicen buenos días. Y si te ven seguido por las calles de la ciudad hasta te preguntan cómo estas. No les importa como te llamas, a dónde vas o de dónde vienes. Si eres rico o eres pobre… qué religión profesas. Ni a qué colegio fuiste… o siquiera si hablas su idioma. Te saludan porque eres una persona.
Una sonrisa, un buenos días habían despertado en mí ese día una serie de emociones y pensamientos. Palabras y gestos que debería de ser tan humanos y civilizados convertidos en expresiones de intimidación.
Pienso cómo dos cosas tan pequeñas hacen tanto escándalo en el interior de las personas. Y después cómo podemos esperar sentirnos una comunidad, un país, una humanidad. Pareciera que la cordialidad se confunde con intimar. Por qué sentirnos temeros de ser cordiales o de recibir cortesía. Algunos me dirán que es porque en este país “ hay tanta corrupción”, “ hay tanta violencia”, “ hay tanta impunidad” y que seguramente cómo a mí no me ha sucedido nada de esto sonrío y saludo… y les diré que sí he pasado por esas situaciones. Te das cuenta cuán sumergidos estamos en el temor que solamente podemos ver lo que nos ataca y nos niega.
De pronto sentí que no valía la pena seguir teniendo esta conversación mental, y tuve la fantasía de imaginar cómo seria mi Guatemala y mi planeta si todos, aunque fuese una vez al día, pudiéramos sentir esa sensación de alegría, de seguridad, de contentura, que yo había experimentado hacía unos momentos. Poder ser capaces de ver belleza en todas partes al mismo tiempo, por tan solo unos minutos. Sin juzgar, sin temer, solo disfrutando con la inocencia de un niño que conoce todo por primera vez. Fue entonces cuando decidí que por esas esa caras temerosas o burlonas yo no iba dejar a un lado esa cordialidad. Decidí que aunque sea yo la única en la ciudad que diga buenos días y sonría a la gente que pasa a mi lado eso es dar el primer paso para ser mejores seres humanos.
Un día antes de regresar, me preguntaba si me iba a gustar estar de vuelta, si me sentiría con estrés entre tanto ruido de vehículos y bocinas con música en las afueras de las tiendas. ¡Que sorpresa! No fue duro regresar, fue más como la sensación de estar de visita en un país extranjero, con la expectativa de todo lo nuevo por conocer.
Por fin llegué al lugar de mi destino. Me bajé del vehículo, respiré y continué sintiendo esa alegría en mi corazón.
Caminé un par de pasos, pasaron junto a mi algunas personas .Fui a un lugar donde tenía que realizar un trámite. Me atendieron rápido, agradecí la muy buena atención que me brindaron y retorné al vehículo. Mientras caminaba nuevamente me topaba con personas.
Fue entonces cuando me di cuenta que desde que bajé de mi vehículo, esas personas reaccionaban ante mi presencia de una manera inesperada.
Abrí la puerta y me senté, y pensé que yo parecía un personaje de un cuento de ciencia ficción, donde una extraña persona camina por las calles, una persona distinta a las otras, camina con facciones misteriosas en su rostro. Los personas que pasaban junto a mi evitaban mi mirada directa. Pareciera que mis ojos les atraviesan y descubren lo que son; como si yo pudiese leer su interior. ¿Temen ser descubiertos y expuestos? Algunos murmuraban cuando se alejaban de mí o me lanzaban miradas que me escudriñaban, sin pronunciar sus labios ningún sonido.
Mis palabras ante ellos parecen un idioma extranjero, o murmullos irreconocibles. ¿Qué sucede a esta mujer?.. ¿Qué trata de decirme?… ¿Quiere pedirme algo?... ¿Será que no es de aquí?
Sentí un golpe en mi pecho, pareciera que mi alegría estaba echa de cristal y de pronto se rajó!
Aquellas expresiones extrañas de mi rostro y aquellas palabras que parecían aterrorizar a las personas eran mi simple sonrisa y un Buenos Días.
Me pregunté cómo es que los seres humanos hemos decidido considerarnos entes tan temerosos que el simple hecho de que alguien que no conozcamos nos salude con cordialidad y nos sonría, resulta un ataque a nuestro “espacio vital”. ¡¡Que tristeza!!
Buenos días: Palabras raras cuando provienen de boca de extraños por las calles.
Sonrisa: expresión de una persona que “seguramente va recordando algo para si misma”, o “está loca”.
Donde yo vivo ahora, uno saluda todo el tiempo. Los ancianos, los jóvenes y hasta los niños, te dicen buenos días. Y si te ven seguido por las calles de la ciudad hasta te preguntan cómo estas. No les importa como te llamas, a dónde vas o de dónde vienes. Si eres rico o eres pobre… qué religión profesas. Ni a qué colegio fuiste… o siquiera si hablas su idioma. Te saludan porque eres una persona.
Una sonrisa, un buenos días habían despertado en mí ese día una serie de emociones y pensamientos. Palabras y gestos que debería de ser tan humanos y civilizados convertidos en expresiones de intimidación.
Pienso cómo dos cosas tan pequeñas hacen tanto escándalo en el interior de las personas. Y después cómo podemos esperar sentirnos una comunidad, un país, una humanidad. Pareciera que la cordialidad se confunde con intimar. Por qué sentirnos temeros de ser cordiales o de recibir cortesía. Algunos me dirán que es porque en este país “ hay tanta corrupción”, “ hay tanta violencia”, “ hay tanta impunidad” y que seguramente cómo a mí no me ha sucedido nada de esto sonrío y saludo… y les diré que sí he pasado por esas situaciones. Te das cuenta cuán sumergidos estamos en el temor que solamente podemos ver lo que nos ataca y nos niega.
De pronto sentí que no valía la pena seguir teniendo esta conversación mental, y tuve la fantasía de imaginar cómo seria mi Guatemala y mi planeta si todos, aunque fuese una vez al día, pudiéramos sentir esa sensación de alegría, de seguridad, de contentura, que yo había experimentado hacía unos momentos. Poder ser capaces de ver belleza en todas partes al mismo tiempo, por tan solo unos minutos. Sin juzgar, sin temer, solo disfrutando con la inocencia de un niño que conoce todo por primera vez. Fue entonces cuando decidí que por esas esa caras temerosas o burlonas yo no iba dejar a un lado esa cordialidad. Decidí que aunque sea yo la única en la ciudad que diga buenos días y sonría a la gente que pasa a mi lado eso es dar el primer paso para ser mejores seres humanos.
Katie Bjorn
Guatemala
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